Tristán quería ser pirata
A Tristán le encantaban las historias de piratas. A menudo se imaginaba surcando los mares en un barco con bandera negra de calavera y descubriendo valiosos tesoros en islas lejanas.
Una tarde, su abuelo apareció en casa con un pequeño paquete. En su interior, había pinturas de cara y un parche para el ojo.
– ¡Hoy voy a convertirte en un pirata! – dijo sonriente.
Tristán se entusiasmó. Se puso el parche y dejó que su abuelo le pintara una barba muy negra y enormes cejas. Después, salió corriendo a la habitación de sus padres y revolvió en un cajón de la cómoda. Encontró un pañuelo de lunares rojos y se lo anudó en la cabeza frente al espejo.
– ¡Mira abuelo! ¿A que ahora sí parezco un pirata de verdad?
– ¡Por supuesto! Ya sólo te falta encontrar el tesoro.
– ¿El tesoro?… En casa no hay ningún tesoro, abuelito – dijo Tristán decepcionado.
– Bueno… yo no diría eso. Mira debajo de tu cama a ver si encuentras algo que…
Antes de que el abuelo terminara la frase, Tristán salió pitando y bajo el colchón descubrió un cofre con una pequeña llave dorada en la cerradura. La giró cuidadosamente y dio un grito de alegría ¡En su interior había por lo menos veinte monedas de chocolate!
– ¡Ahora sí que eres un pirata con tesoro y todo! – susurró el hombre emocionado.
– ¡Y tú el mejor abuelo del mundo! – dijo Tristán, abrazándole con fuerza.
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